Este año, la primavera ha sido loca en toda España, en Europa. Aquí, ahora, se nota menos.
No me ducho después del baño, creo que la sopa del mar es un
buen alimento para la piel. Pero esta vez me pica el cuerpo. ¿Culpa de los cercanos invernaderos de tomates? Pasan los días y ya me encuentro normal. Puede que fuera la
falta de costumbre.
La sierra de Las Moreras se ve desde cualquier playa de la
zona de Bahía; me gusta el poder de esas montañas. Desde el faro, el día es ventoso; plancha el mar y ventila
los montes. Me gusta comprar pescado de la bahía, recién traído; hoy
había unos deliciosos calamares; su sabor no tiene nada que ver con el que se
compra en el interior. Junto a la playa de La Isla quedan restos de lo que fue
una zona de procesamieto y carga de mineral para su transporte por mar, ya
desde los fenicios; las colinas peladas, salpicadas de ruinas, me resultan muy
evocadoras. Hay días que la playa de El Castellar da unos brillantes colores de
cielo y mar. Hemos estado en Las alpujarras y visitado el monasterio budista de O Sen Ling; tocas el cielo. Unos pescadores se entretienen con sus cañas mientras empieza
dorarse la tarde, en la playa de La Ermita.
Dulces sensaciones que llenan de encanto la estancia en esta
parte del Mediterráneo.
Esa primera montaña parece un calamar cabreado. Un saludo Javier
ResponderEliminarJajaja, que no decaiga esa imaginación! Un saludo, Josia
ResponderEliminarDulce tentación!! Días de mar...
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