Hace poco he recibido el artículo de ANIMAls número 24, edición de junio, que os reseñé en la entrada Animales en la Bañera. Por cierto, con ese título no me dí cuenta de que el animal era yo. O que todos somos animales, o que los animales tienen ánima. Algo así. Desde entonces siempre escribo ANIMAls como ellos.
El caso es que he vuelto a recordar aquella entrañable cena en Roma con Laura y Francesco, donde hablamos cuatro palabras sobre La Bañera y el resto, de las cosas comunes de los mortales, del sitio, de la comida, de ellos, de mí, de los frikis del dibujo. Y allí aprecié como nunca lo a gusto que se queda uno cuando dice lo que sale de dentro sin previos, sin guión, sin anotaciones. Así. Como hablan los ANIMAls.
Y también me ha alegrado ver el apunte que hice de Simo Capecchi, Schizzinosa y sus alumnas, en Nápoles, desde la terraza, porque sin su camaradería y su permanente disposición para sacar el cuaderno, esa increíble ciudad se me habría echado encima. O me habría pasado de refilón. Quién sabe.
Y con este artículo me llega la mala noticia de que la revista cierra con su número 25 ya en la calle, por falta de financiación. Es una pena. Porque no era una revista de tantas. Me quedará el consuelo de ese último, que acabo de pedir on-line.